Presentación número 6º
Presentamos en este número un tema de siempre, pero que en el momento actual reviste la máxima actualidad por estar inmersos, de nuevo, en un cambio curricular, como es el que proyecta y exige la Ley Orgánica de Educación. Los materiales didácticos avanzan con los tiempos: mejoran su calidad, presentación, formato y contenido. Dichos avances deben repercutir de forma positiva en la enseñanza, proporcionando mejor apoyo a los docentes en su labor, pero sin que los materiales y textos deban nunca convertirse en directores de los procesos educativos, de los contenidos y temporalización de las enseñanzas que el profesorado debe impartir, ni suplantar el papel protagonista de éstos en la toma de decisiones en el aula.
Los inspectores de educación, en las visitas a los centros que deben realizar en cumplimiento de las funciones que la normativa les asigna, constatan a menudo el enorme peso que los materiales y libros de texto tienen en la práctica docente del profesorado. Con respecto a los libros te texto -el más importante de los materiales curriculares-, los docentes tienden a considerar que las decisiones que contienen sus propuestas, tanto de contenidos como de actividades, son axiomas que no deben ser sometidas a crítica; antes al contrario: el profesor encuentra en ellas seguridad y garantía de buen hacer profesional.
Los materiales y textos deben ser un apoyo a la labor docente. Cuando el profesor prepara una clase, debe prestar especial atención a los materiales y recursos que va a utilizar, porque van a propiciar que el alumno adquiera los nuevos conocimientos, van a precisar los contenidos y van a ser una ayuda para que comprenda lo que queremos exponerle. En ocasiones, sin embargo, los textos sitúan fuera del ámbito de decisión del profesorado algunos aspectos fundamentales de la enseñanza, y podrían conducir a cierta pérdida de autonomía del docente, lo que haría irrelevante e innecesario el trabajo en equipo. En definitiva, y en palabras de la Doctora López Hernández, pueden llevar a la pérdida de autonomía profesional.
Por otro lado, Felipe Díaz Pardo propone que, sin menoscabar el valor libro de texto, conviene llevar a cabo una reflexión profunda sobre el tema que incluya aspectos como el auge de las nuevas tecnologías, la aparición de nuevos contenidos en el currículo y la situación actual caracterizada por la diversidad de necesidades e intereses de los alumnos.
Puelles Benítez, por su parte, considera los manuales como herramienta de trabajo de carácter didáctico, objeto cultural fruto de concepciones de muy diverso signo, producto comercial ligado al mundo editorial y un medio de transmisión de valores, aspecto éste al que la política nunca se ha mostrado ajena o indiferente
En un magnifico trabajo, Miguel Somoza plantea los objetivos del Proyecto MANES, la construcción de su amplísima base de datos, constituida hoy por un nutrido fondo de manuales españoles, europeos y latinoamericanos, su biblioteca virtual y distintas secciones, las actividades de investigación y documentación desarrolladas, las publicaciones aparecidas bajo su amparo y sus posibilidades de interconexión entre universidades españolas y del resto del mundo.
A su vez, Ana Mª Badanelli Rubio y Kira Mahamud Angulo nos plantean en su artículo que los cuadernos escolares emergen como fuentes documentales ricas, diversas, válidas y necesarias para ampliar y completar los estudios inscritos en tres campos de investigación que entrecruzan sus caminos, como son la historia de la infancia, la historia de la educación y la cultura escrita.
En un línea similar, el profesor García Encabo precisa que, a lo largo de las últimas décadas, los materiales curriculares han constituido un espléndido referente para seguir de manera más o menos lineal los avatares de los sistemas educativos españoles y reflexionar sobre la relación entre las distintas formas teóricas propuestas desde la didáctica, e incorporadas en alguna medida a la legislación educativa, y la realidad vivida en los centros educativos.
La LOE, disposición adicional cuarta, establece que la adopción de los libros de texto y demás materiales no requerirá la previa autorización de la Administración educativa. En todo caso, éstos deberán adaptarse al rigor científico adecuado a las edades de los alumnos y al currículo aprobado por cada Comunidad Autónoma.
La supervisión de los libros de texto y otros materiales curriculares constituirá parte del proceso ordinario de inspección que ejerce la Administración educativa sobre la totalidad de elementos que integran el proceso de enseñanza aprendizaje.
El Consejo de Redacción