Editorial

Autores/as

  • Ángel Díez Baldero

Resumen

Globalización es un término de nuevo cuño, que se aplica a diferentes objetos. Tiene que ver con una nueva escala para medir los fenómenos. Todo parece estar relacionado y ser interdependiente. Lo hemos visto en la economía y en el clima, o mejor, lo hemos visto en los cambios de la economía y en los cambios del clima. ¿Es pertinente aplicarlo a la educación?

Es indudable que sobre la educación se dirigen miradas globales: se compara el estado de la educación en las diferentes áreas mundiales, se comparan los presupuestos que se destinan a la educación, se hacen análisis globales...

¿Caminamos hacia una globalización de la educación? ¿Qué sentido tendría una globalización de la educación?

Entre el mundo de nuestros padres, o de nuestros abuelos, y este mundo que nos toca vivir, apreciamos cambios importantes. Nuestra percepción del mundo, hoy abierto a la comunicación en tiempo real de todo cuanto sucede o de todo cuanto es noticiable, dista de la plenitud que siente el poeta Jorge Guillén cuando se asoma a la plaza de un pueblo al dar las doce en el reloj. Hoy sabemos que en otro lugar son las tres de la mañana o de la tarde y que el sol no está en lo alto. En España, nos despertamos con el índice de la bolsa de Tokio y nos acostamos con el de Nueva York, entre otras noticias de alcance local. Cuando termina la jornada escolar en una escuela de Castilla, puede estar empezando en muchos lugares de Hispanoamérica. En otras partes del globo, no hay jornada escolar.

En los países desarrollados se producen cambios de planes de estudio y cambios en los recursos a disposición de maestros y profesores. Sabemos que el conocimiento es especializado, que no se puede aprender todo, que hay que aprender a aprender, que hay que dominar ciertos recursos tecnológicos, que hay que saber inglés.

¿Para qué sirve la educación en un mundo global? La educación es un derecho de la persona, de todas las personas[1]. La extensión del derecho a la educación para todos es una conquista relativamente reciente en los países más avanzados. Es -ha de ser- un compromiso de desarrollo de todos los estados. Educación es sinónimo de libertad individual, de crecimiento personal. También lo es de riqueza, inmaterial, de la comunidad. La educación tiene una dimensión pública, institucional, que exige que se arbitren medidas y se dispongan recursos, y una dimensión individual, que supone el acceso efectivo de todos y cada uno al conocimiento y a la formación personal.

Desde hace unos años está cambiando el panorama de las aulas en España, con unos índices de alumnos procedentes de cualquier lugar del mundo que alcanzan el 15 %. Los nuevos alumnos aportan variedad de lenguas y de culturas de origen y de maneras de entender el mundo y la vida. La incorporación de esos alumnos a la escuela supone un reto y una oportunidad. Se añade más diversidad a una realidad ya de por sí diversa. Se trata de articular respuestas educativas desde el respeto a la diferencia y con la mirada puesta en el desarrollo de las personas, que son los sujetos de la educación y los futuros ciudadanos de nuestro mundo global.

Ángel Díez Baldero

Presidente de ADIDE Federación

[1] Como reafirma la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea, que forma parte del Tratado de Lisboa de diciembre de 2007, siguiendo la estela de numerosos convenios internacionales.

Cómo citar

Díez Baldero, Ángel. (2009). Editorial. Avances En Supervisión Educativa, (11). Recuperado a partir de https://avances.adide.org/index.php/ase/article/view/383

Publicado

2009-11-01